Vagabundo

En todos los años que pasó en el exilio nunca se pudo perdonar el haber abandonado a sus padres cuando más lo necesitaban, así que cuando una circunstancia ineludible le obligó a regresar al pueblo de su niñez, no le sorprendió descubrir que su familia había dejado de hablarle. Su propio padre, su madre añorada, sus hermanas miraban para otro lado, hacían como si no existiera. Los vecinos le ignoraban. El pueblo entero le marginaba. Ni siquiera los niños reparaban en su presencia. Sólo los perros gruñían a su paso. Afligido pero cautivo del irresistible vínculo sentimental que le ataba con aquel lugar, tuvo que acostumbrarse a la marginación, a la soledad. Se convirtió en un vagabundo. Se dedicó a recorrer las calles cabizbajo, melancólico, sumido en lo que consideraba una dolorosa, aunque justa, penitencia por sus pecados de juventud. Esperanzado de que el día menos pensado su padre se detuviera a su paso y le abrazara. Intoxicado de autocompasión, acabó encerrándose en su soledad y se aisló de tal manera en su melancolía que hubieron de pasar muchos años hasta que cayera la venda de sus ojos y la sórdida pero escueta realidad se le hiciera evidente por fin: Simplemente, estaba muerto. Había muerto solo y culpable, allá en el exilio, y ahora su alma vagaba atormentada por el páramo de sus remordimientos.


Seleccionado entre los relatos del I Premio Exprésate para su publicación en el libro recopilatorio "Libérate hasta de tí" de la Editorial Hipálage (2013). Imagen modificada a partir de la ilustración de Caro Raggio para la portada de "Hojas Sueltas" de Pío Baroja, edición conmemorativa de 1972.

Crimen pasional en precario

En casa del herrero, tendida sobre la cama, hallaron a la mujer. Tenía la boca entreabierta, el camisón desgarrado… Clavado en el ojo izquierdo hasta la empuñadura, un cuchillo de palo.


Relato seleccionado para la fase final del II Concurso Internacional de Microrrelatos Museo de la Palabra.

Dientes de leche

Ayer se me cayó el primer diente de leche y aitá me hizo ponerlo debajo de la almohada, para el ratoncito Pérez. Yo esperaba que me trajera una playstation como me había prometido, pero sólo me ha dejado un billete de diez euros en un sobre. No es justo, a Nerea sí le trajeron la casa de muñecas. Aitá dice que es por culpa de la crisis. Que se han terminado los tiempos de jauja. Que a partir de ahora cada regalo requerirá su esfuerzo, su dedicación, su sacrificio. Que ahorre. Al principio me he enfadado mucho, pero luego he hecho cuentas: Con los de Nerea y los míos tengo más que de sobra. Voy por los alicates.


Mención especial del IV Concurso de Microrrelatos de Terror y Gore 2010 convocado conjuntamente por el Festival de Cine Terror de Molins de Rei y la Regidoria de Cultura-Biblioteca Pau Vila de Molins de Rei.

Trilogía de los vampiros transgénicos

Libro I - El despertar

Al amanecer, los vampiros comenzaron a revolverse en sus tumbas. Comenzó como una leve inquietud, un hormigueo que distrajo apenas su confortable apatía, pero que poco a poco fue creciendo en intensidad hasta perturbar irreversiblemente su descanso eterno. Sacudidos por espasmos incontrolables, desgarraron el himen asfixiante de la no-muerte para despertar enterrados en el barro húmedo de sus sepulturas. Atacados de claustrofobia, se impulsaron desesperadamente, escarbaron, bucearon hasta sacar primero las manos y luego con esfuerzo la cabeza al aire fresco de la mañana. La primera bocanada provocó un acceso de arcadas que expulsó el polvo, el aire rancio de años de estancamiento de sus pulmones. Y entonces postrados, jadeantes, alzaron sus rostros hacia el cielo y miraron al sol cara a cara. Deslumbrados pero extasiados por su repentina inmunidad, se arrancaron sus ropas raídas y saltaron los muros del cementerio, internándose a la carrera por campos y caminos. Borrachos de luz y color, bailaron desnudos gozando de la sensación casi olvidada de la caricia del sol en la piel.

Libro II - El ataque

Aparecieron tras el último recodo del camino, exponiendo sus cuerpos fibrosos y bronceados al sol matinal. Al llegar junto a la residencia, el apetitoso olor de la savia vital invadió sus fosas nasales. Inmediatamente desecharon cualquier otro estímulo: el hambre atávica del depredador impuso su propio régimen de prioridades. Saltaron el muro y olisquearon el rastro hasta dar con sus víctimas, indefensas, obscenamente expuestas en la claridad del día. Siguiendo técnicas ancestrales, las cercaron en silencio y las atacaron sin piedad. Frenéticos, violaron con sus colmillos las pieles vírgenes, sorbieron sus fluidos, masticaron su carne tierna. Embriagados de néctar, reían a carcajadas y se lamían unos a otros los chorretones que les caían por la barbilla. Y cuando acabaron con todas, insaciables, saltaron al siguiente naranjo a por más.

Libro III - La bohemia

Se mueven de pueblo en pueblo con el viento. No se quedan mucho tiempo en ningún lugar. Viajan en caravanas. Viven de día. Aman el sol sobre todas las cosas. Llegan a media mañana, acampan a las afueras y se dispersan por el pueblo entre cabriolas y acrobacias. Algunos venden conchas, pulseras, talismanes. Otros saquean huertas y árboles frutales. Nada acapara su atención mucho tiempo salvo mozos y mozas de buen ver, en quienes clavan sus miradas febriles mientras devoran con fruición una ciruela o una raja de sandía. Apenas hablan entre ellos. Se comunican intercambiando gestos, miradas, carcajadas bestiales. Se quedan uno o dos días, tres a lo sumo, y luego recogen sus cosas y desaparecen. Al alba, con el primer rayo de sol. Silenciosos. Sin dejar tras de sí más que un rastro de heces secas, corazones de fruta y condones usados.


Ilustraciones de tresyolie. "El ataque de los vampiros tránsgénicos" fue incluido en la recopilación de microrrelatos "Cuentos alígeros" publicado por Editorial Hipálage en 2010. Dedicado a "Rob" y demás ex-compas de la uni.